miércoles, 22 de junio de 2011

LA DEMOCRACIA COMO FIGURA DE LO POSIBLE EN LA TRIADA REPUBLICANA DE LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD

 
Autor:
Carlos Alberto Galvis Ortiz. Colombia. Comunicador Social y Periodista de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá. Licenciado en Español y Literatura de la Universidad del Quindío. Magíster en Educación (énfasis en Democracia) de la Universidad Católica de Manizales. Profesor de Tiempo Completo adscrito a la Facultad de Comunicación de la Universidad de Medellín. Coordinador del Grupo de Investigación en Comunicación Corporativa CORPUS, categoría C de Colciencias. Miembro del Comité Científico de la Revista Electrónica Internacional Global Media Journal. Textos: “Complejidad problémica en la aprehensión de la relación de la democracia, la política y el sujeto”. “Crisis del pronombre y caos existencial en El Innombrable de Samuel Beckett”. “Periodismo público: un espacio complejo para la construcción de democracia” (ponencia Argentina). “La comunicación pública como hologramía de la crisis” (ponencia Chile). Coautor del libro “Pensar la Comunicación. Reflexiones y avances en investigación” (Sello Editorial Universidad de Medellín, 2006).
Dirección postal: Universidad de Medellín. Facultad de Comunicación. Cra.87 No. 30-65. Barrio Belén-Los Alpes. Medellín. Colombia. Suramérica.
 
RESUMEN
La complejidad, como paradigma del pensamiento contemporáneo, abre las posibilidades de debate sobre el futuro de la Democracia, como una vía civilizada y civilizatoria para la construcción de humanidad. Democracia imperfecta, siempre en proceso de deconstrucción y en peligro de totalitarismos, pero siempre presente como utopía del “aún posible” en la emergencia de  la triada republicana de libertad, igualdad y fraternidad.

El presente artículo  pretende ponernos en la ruta de pensar y de educar en lo político desde la complejidad;  ante el imperativo inaplazable de volver a forjar ciudadanos libres, iguales y fraternos.

Este artículo hace parte del resultado preliminar del proyecto de investigación sobre “La comunicación pública como un espacio para la construcción y participación democrática” del Grupo de Investigación en Comunicación Corporativa CORPUS, que se encuentra en desarrollo auspiciado por la Vicerrectoría de Investigaciones y la Facultad de Comunicación de la Universidad de Medellín, Colombia.

ABSTRACT
The complexity, as a paradigm of the contemporary thought, opens the possibilities of debate on the future of the democracy, as a civilized route and civilizator for the construction of humanity. Imperfect democracy as utopia "still possible" in the emergency of the republican triad of freedom, equality and brotherhood.

The present article tries to put us into the route of thinking and of educating in the public issue from a complex perspective in which utopia is the best options, in democracy, to make the desirable thing real. It is a question of assuming a definite attitude in the present history by creating a society for free, equal and fraternal citizens.

This article is a preliminary report of the research project "The public communication as a space for the construction of democratic participation ".


PALABRAS CLAVE
Democracia
Complejidad
Política
Educación
Individuación


KEY WORS
Democracy
Complexity
Political
Education
Individuation
INTRODUCCIÓN:
La democracia como ethos, como un modo de vivir y convivir y, en consecuencia, como una condición general para la organización de la sociedad “parece haber sido inventada más de una vez y en más de un lugar”[1], donde quiera que se hayan dado las condiciones favorables para su concreción y práctica.

   Tanto en la noción clásica de democracia como en la noción moderna, ha existido la idea de la democracia como paradigma de la civilidad, tratando de enfatizar en las actitudes y comportamientos del individuo y la sociedad; su validez reposa en la medida en que se “perpetúa” una idea de democracia racionalmente concebida, con el fin de garantizar la convivencia y el orden humano y social.

   En la última década aquellos presupuestos que fundaron y constituyeron la sociedad occidental se han puesto en duda, han sido objeto de sospecha, hasta el punto de pensar que la mirada cartesiana del “pienso luego existo – cogito ergo sum , en cuanto produce efectos cognoscentes viene siendo descentrada, según Jacques Derrida,  abriendo las puertas a un cierto desorden que supone repensar las condiciones de posibilidad en un mundo que se deconstruye cotidianamente como subversión de las presunciones dadas y como forma de privilegiar el desorden”[2].

   La crisis actual del mundo democrático que en apariencia funciona excelsamente y marca un paradigma de la cultura moderna, transgrede la realidad y en la práctica suscita sensaciones amargas, generando heridas en el individuo contemporáneo; un sujeto de la democracia que se supone debe estar en congratulación perenne y que sin embargo, sufre los quebrantos de la arrogancia y las violaciones que ha dejado a su paso el neoliberalismo y otros “ismos” totalitarios y degradantes para la condición humana.

   En este sentido, la democracia hoy ya no es asunto de nadie. O peor aún, es un asunto de unos pocos en detrimento de una mayoría. Esta fractura de la democracia se refleja en los gobiernos con pinceladas totalitaristas que en Latinoamérica comienzan a germinar en Venezuela, Colombia y Ecuador, donde un presidente elegido por el voto popular modifica a su antojo la constitución para hacerse reelegir las veces que quiera.[3]

Sin embargo esta crisis de la democracia pasa desapercibida para el común de los ciudadanos porque sienten apatía a todo lo que se relaciona con lo político y, además, los medios masivos de comunicación concentrados en unas pocas manos, o en unas pocas voces, en  nada contribuyen a la formación de opinión pública democrática.

Para Sartori[4] este asunto de la concentración de los medios se expande en tres problemas básicos de la comunicación: la insuficiencia cuantitativa, la tendenciosidad y la pobreza cualitativa.

La insuficiencia se tipifica en lo que Ignacio Ramonet llama la “censura democrática”[5], por la sobreabundancia de información disponible que literalmente arrasa a ciudadanos y periodistas y no les permite la perspectiva y la comprensión de los hechos que tratan.

La tendenciosidad está relacionada con el contenido que emiten los medios de comunicación, pero también con lo que dejan de emitir. Sin embargo, siempre que se presenta este problema se trata del falseamiento descarado, el engaño, la mentira, la manipulación, o la presentación deformada de la realidad.

El tercer punto, referido a la pobreza cualitativa, impide la formación de una opinión pública democrática. Desde la dimensión semiótica, la comunicación política y la comunicación pública, se han centrado más en divulgar lo que hace el poder y la farándula, que en darle visibilidad al ciudadano que es el sujeto afectado por las decisiones gubernamentales.

De allí  que el ciudadano se convierte en un personaje apático frente a los asuntos públicos, desinteresado, desinformado, destinado a que otros piensen y asuman por él las decisiones fundamentales de su devenir.

Desde otro ángulo, son los medios y no los ciudadanos los que determinan qué ofrecer, qué informar, qué leer, cuáles son los temas de interés público, y los temas fundamentales que conectan al ciudadano con lo público.

En este entorno la democracia actualmente ya no organiza la vida que afecta a la política, a la ciencia y a la moral. Inafectación que se refleja en las diversas expresiones de la crisis: crisis económica como parte de la crisis de las ciencias económicas; crisis de lo político-estatal-gubernamental que interactúa con la crisis de las ciencias políticas, alejados de los derechos y deberes democráticos; crisis de la enseñanza como expresión de la crisis de la educación; crisis de identidad como expresión de la crisis de la cultura y crisis de la justicia como expresión del totalitarismo y la incomunicación.[6]

   Y en este juego de evaluaciones y de responsabilidades, que en ambos lados entra en antagonismos, se perpetúa un círculo vicioso de posiciones encontradas en los diversos escenarios de organización y reorganización de la cultura, la educación y la sociedad.

   Lo político, lo público, la democracia y, en general, los ideales que marcaron el espíritu republicano ya no forman parte de la agenda ciudadana, ni de los asuntos cotidianos del hombre, que en el fondo son los asuntos del vivir y del sentido común.


CONJUNTIVAS Y DISYUNTIVAS
 Atrás quedaron las formas (clásicas) de significación desde las cuales se constituye la polis; configuraciones humanas, cuya fuerza formadora actúa en la vida cotidiana en la medida en que las cuestiones de lo público se fundamentan en la conexión problematizadora entre lo humano y lo político.

   Cuestiones que expresan la máxima voluntad de representación y plenitud de la condición humana. Así entonces, la política y la democracia tendrán que pensarse desde una dimensión no solamente arquitectónica, sino desde las cuestiones más intimas de sus ciudadanos: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos nosotros los seres humanos? “Hombres y mujeres que se preocupan por el sentido de su ciudad como lugares para vivir, como memoria organizada de nuestro tiempo, como realidad que nos pone en contacto con la naturaleza y la cultura; al mismo tiempo con grandes desafíos para asumir la drástica transición  que está ocurriendo”[7].

 La visión compleja no puede ocultar la gravedad de los problemas y amenazas nacidas en nuestra civilización, que al mismo tiempo que expresa sus logros, también expresa sus ambivalencias. Megalópolis e industrialización aupadas por las políticas neoliberales que no pueden ser ilimitadas, procesos de crecimiento que deben ser modificados. Fenómenos que han alterado el equilibrio del mundo, el mapa de los conflictos y las necesidades, la clase y la distribución de las innovaciones, las tasa de crimen y terrorismo. El género humano se convierte en género urbano.

   Los hombres y sus ciudades en el entorno democrático, otrora paradigmas de civilización, constituyen hoy zonas marginales: excluidos, alrededores subnormales, guetos, barrios y zonas extremadamente pobres, zonas de gran inseguridad en las ciudades que se dicen resueltamente modernas. Zonas de anomia con subsuelos de violencia, delincuencia o crimen; problemas y fenómenos que tienen su arraigo en la dinámica sociológica en general,  y “cuya problemática no se resuelve meramente desde las acomodaciones policivas de lo urbano”.  [8]

   Instalarse en la ciudad actual conlleva afrontar problemas de empleo y alojamiento, residir en condiciones precarias, exponerse a enfermedades, quebrantar los lazos familiares, arriesgarse en proporción mayor al crimen. Es un fenómeno que combina la esperanza  de un futuro mejor, con el desamparo, las plagas, la hambruna, las guerras entre pandillas y grupos, entre otras.

   Se destruyen así numerosos tejidos de convivencia, el todo de la vida se convierte en mercancía, incluso el lugar donde reinaban las ayudas mutuas, se reduce cada vez más el servicio gratuito, las donaciones, las solidaridades y los bienes comunes. El mercado privilegia el cálculo y el interés, es decir se pierden a pasos agigantados las políticas de la amistad y de la fraternidad.

   “La individuación, es a la vez causa y efecto de las autonomías, libertades y responsabilidades personales, pero la otra cara es la degradación de las antiguas solidaridades, la atomización de las personas, el debilitamiento del sentido de responsabilidad hacia los otros, el egocentrismo; la metástasis del ego”.[9]

   Desligación de la familia y la escuela, desligación de padres e hijos, desligación entre los saberes, la pérdida del diálogo consigo mismo; hay crisis en la relación fundamental entre el individuo y su sociedad, el individuo y su familia, el individuo y su sí mismo.

   La fragilidad en las relaciones de pareja, del matrimonio, la inestabilidad de los amores, se acrecientan las soledades en todas las clases sociales, especialmente allí donde hay pobreza; así mismo, las solidaridades de ciudad o vecindad se han agotado, las solidaridades regionales están muy debilitadas, la solidaridad nacional se ha adormecido y la protección mutua es dejada en manos de una  tecno-burocracia, impersonal y tardía.

   La expresión de malestar es percibida, su comprensión es difusa e intermitente, vivida de muchas maneras y a destiempo, pero la juventud es la malla en la que las debilidades del conjunto de la cadena social, alcanzan su punto de ruptura. Y los “jóvenes de hoy son los que llevan en sí, de manera intensificada, los problemas de aquello que denominamos como civilización”. [10]

La urgencia hoy, por lo tanto es educar y pensar lo político, educar y pensar en la democracia como el arte de lo posible, del “aún posible”, de la utopía según la cual  nuestra actuación conduce a la posibilidad de hacer real lo deseable. Se trata de asumir una actitud definida y en medio de la urgencia se requiere desnudarse de prefiguraciones para ponerse en el escenario concreto de la historia presente.

   En el escenario cada uno tiene un libreto que desarrolla en su profesión y/o en su vida cotidiana. A ese escenario nos subimos como educadores, cada uno con su pasado, su presente y su futuro. Fundamentalmente con el ánimo de responder a las preguntas: ¿Cómo vamos a vivir juntos? ¿Qué nos une?

   Respuesta que lleva a preguntarnos acerca de aquello que amenaza la supervivencia como especie y como persona; desde allí se retoma la aspiración de igualdad, fraternidad y libertad, como aquellos valores que dan origen a la democracia moderna.

   Puede ser que estos valores no sean del beneplácito de muchos tecnoburócratas, pero, siguen siendo deseables. Educar en política consistiría en cultivar esas condiciones, predisposiciones, que nos preparan para degustar ciertas aspiraciones: aquéllas que componen una ciudadanía política, una ética cívica, el respeto activo, la disposición a resolver los problemas comunes a través del diálogo, la lealtad, la honradez y la responsabilidad.





¿QUÉ  DEFINE A LA DEMOCRACIA?  UNA FIGURA DE LIBERTAD

En su génesis la democracia estuvo definida por un “demos”, una noosfera[11] espiritual que se materializó en normas y leyes para favorecer una experiencia humana individual y colectiva, y que tuvo su desarrollo como experiencia liberadora.

   Y esa sustancia generó, irónicamente, la primera crisis de la democracia. Para la interpretación crítica de esta situación, hay que tener en cuenta dos fuerzas ontológicas fundantes, relacionadas con lo social-colectivo, y con lo sicológico-individual, que se funden en una dicotomía como las dos caras de una misma moneda.

   Precisamente  una de las perversiones del positivismo, como paradigma científico que impregnó la ciencia y la filosofía occidental desde hace más de un siglo, se centró en fragmentar  al sujeto del objeto, con implicaciones serias en el ámbito de la identidad social y cultural del individuo.. 

    En este marco de ideas todo lo que es sujeto, espíritu y libertad, es remitido a la filosofía, y todo lo que es objeto, material y determinista depende de los ámbitos de la ciencia.

   Una de las críticas de Adorno en su trabajo intelectual sobre sujeto y objeto, está centrada en la cosificación del sujeto a través de la implementación de la racionalidad instrumental que conllevó al privilegio del discurso económico y la constitución de un “homo oeconomicus”.

   Para Adorno la separación de la noción de sujeto y objeto sin mediación ideologiza al sujeto. Una vez separado el sujeto radicalmente del objeto, lo reduce así: el sujeto devora al objeto hasta que él mismo se convierte en objeto. Tal es el eco que pregona Marcuse al insistir en la necesaria unidad del hombre, en contraposición de la mezquina tendencia a fragmentarlo, tal  como lo ve hoy la práctica del iudice.[12]

   Para Martínez Miguélez en el “Paradigma Emergente”, a lo largo de la historia de Occidente, se ha tratado de representar la realidad de dos formas netamente diferentes: la primera  ha sido  atomista, elementalista e individualista. Esta forma  enfatiza lo interno, peculiar y singular de las cosas, los  eventos y las personas, y propicia, con ello, la objetivación, el aislamiento y la soledad  individual, por no decir, ostracista

   En la metodología de su estudio, valora la objetividad del conocimiento, el determinismo de los fenómenos, la experiencia sensible, el experimento, la cuantificación aleatoria de las medidas, la lógica formal y la “verificación empírica”.

   La otra forma es la relacional, sistémica, estructural, gestáltica. Valora las cosas, los eventos y las personas por lo que son en sí, pero enfatiza la red de relaciones en que nacen y se desarrollan; considera este conjunto de relaciones como constitutivo de su ser íntimo, especialmente al referirse a la persona humana que será siempre sujeto,  propiciando con ello, la solidaridad y la dimensión inmaterial y espiritual del hombre,  amén de las realidades e instituciones por él creadas.

   Consideramos que este mismo fenómeno ha permeado la democracia en su contexto y ha cosificado la noción de democracia. En palabras de Roíz: “A los teóricos de la democracia se les olvidó incluir el mundo interno del ciudadano en sus argumentaciones.”[13]

   De las dos nociones fundantes, la teoría política en torno a la democracia se centró en lo social –colectivo, y dejó por fuera lo psicológico -individual que fracturó la dicotomía sujeto-objeto, o entendido de otra forma, sólo se situó en una de las caras de la moneda.

    De allí que la democracia y en general la teoría y el quehacer político en torno a la democracia, se congregó en el último siglo en las condiciones para ejercer (condición legal), mas no en las condiciones del ser democrático (condición de sujeto).

   En otras palabras, la democracia se llenó de legislación, de discursos y palabras (etilismo especulativo, según Morin), para configurar un mundo democrático perfecto entre Estado y ciudadano, pero se olvidó del mundo interno de ese ciudadano, de su complejidad, de su caoticidad y de educarlo políticamente para desear ejercer y participar en la construcción de una política de civilización.

 
¿QUÉ  RESIGNIFICA A LA DEMOCRACIA? UNA FIGURA DE IGUALDAD

Si retomamos la flecha noológica, podemos afirmar que a la democracia la resignifica una promesa enmarcada dentro del u-thopos. Es necesario, por lo tanto, que reintegremos a la discusión política al sujeto como gran olvidado de las ciencias y de la mayoría de las epistemologías y que afrontemos su relación con el contexto planetario y desde la ciencia antroposocial.

   “Es necesario articular  la antroposociología  con las ciencias de la naturaleza   que permitan el surgimiento  de un nuevo espíritu científico dado por la reforma del pensamiento que favorezca el desarrollo de la aptitud  para contextualizar y globalizar los saberes, permitiendo el surgimiento de un pensamiento ecologizante, en el sentido en que la misma  sitúe todo acontecimiento, información o conocimiento dentro de su relación           de inseparabilidad respecto de su entorno cultural, social, económico, político y, desde luego, natural.... se trata de buscar siempre relaciones de interretroacciones  entre todo fenómeno y su contexto...reconocer  la unidad  en el  seno de la diversidad, la diversidad  en el seno de la unidad...afrontar las incertidumbres...el desarrollo de la inteligencia estratégica y la apuesta  a un mundo mejor”[14].

   A partir de estas nuevas significaciones  estaremos  haciendo  posible el surgimiento de una  política de civilización que lleve a la toma de conciencia de nuestra  comunidad de destino  terrestre, de nuestra condición humana en el mundo que  permita  superar la atomización, el pensamiento mecánico y parcelario que  han  debilitado al sujeto políticamente y por lo tanto,  al deterioro democrático en todos los campos de la política.

Esta antropolítica requiere volver a educar al ciudadano en lo político y en la democracia. Requiere invertir la pirámide desarrollista que fortalece lo económico como la panacea para todos los males, y deja por fuera el gen interno del ciudadano, su desarrollo político y su desarrollo humano.

Según Morin “hay un concepto que ha adquirido una importancia fundamental a partir de la Segunda Guerra Mundial: el concepto de desarrollo. Parecería que creemos que se debe poner en práctica una política de desarrollo económico, y que éste dará origen  a un desarrollo social que, a su vez, provocará un desarrollo humano que, por su parte, suscitará un desarrollo político”.[15]

De hecho la crítica al “Homo Oeconomicus” se despliega en que a pesar del gran desarrollo de la tecnología y las industrias, el hombre es mucho más miserable, y sus ciudades y condiciones de vida son mucho más calamitosas.

Todos los aspectos de la vida del hombre y de la humanidad se han convertido en un “asunto político” (lo biológico, lo ético, lo ecológico, etc.), y la urgencia es asumir la multidimensionalidad y la totalidad de los problemas humanos desde la complejidad.

¿QUÉ REPRESENTA A LA DEMOCRACIA? UNA FIGURA DE FRATERNIDAD

 Aunque no se trata aquí de explicitar la teoría moriniana de la complejidad, que le demandó a Morin medio siglo de vida y una monumental obra reunida en los cinco libros de “El Método”, es necesario mencionar los ejes temáticos de la propuesta resumidos en su último libro “El Método V: La humanidad de la humanidad” [16]:
“El conocimiento que proponemos es complejo:

-         Porque reconoce que el sujeto humano que estudia está incluido en su objeto;

-         Porque concibe inseparablemente unidad y diversidad humanas;


-         Porque concibe todas las dimensiones o aspectos, actualmente distintos y compartimentados, de la realidad humana, que son físicos, biológicos, psicológicos, sociales, mitológicos, económicos, sociológicos, históricos;

-         Porque concibe homo no sólo como sapiens, faber y oeconomicus, sino también como demens, ludens y consumans;


-         Porque mantiene juntas verdades disjuntas que se excluyen entre sí;

-         Porque alía la dimensión científica (es decir, la verificación de los datos, la mentalidad de hipótesis y la aceptación de la refutabilidad) a las dimensiones epistemológica y reflexiva (filosófica);


-         Porque encuentra un sentido a las palabras perdidas y despreciadas por las ciencias, incluidas las cognitivas: alma, mente, pensamiento”.

Si bien la teoría de la complejidad no es la panacea a todos los males, por lo menos abre el camino a repensar la política y, en especial, a pensar la democracia como un camino complejo que nos permita regular los conflictos, asegurar la visibilidad de las minorías, generar desarrollo humano, social y económico, desde el ámbito de la educación política.

Desde esta propuesta compleja Morin propone abrir paso a una democracia cognitiva que permita una formación ciudadana  que fortalezca una cultura política que sea capaz de pensarse así misma y de optar por un destino marcado por la solidaridad, la responsabilidad y el sentido de pertenencia de todos los ciudadanos y de esta manera “transformar  la especie humana en verdadera humanidad”

 

   El camino del U-thopos requiere forjar una nueva hermenéutica del sujeto democrático, que a su vez debe pasar por una política de civilización, como lo propone Edgar Morin. Para este autor la idea de democracia no es otra cosa que el respeto a la complejidad humana.

La democracia es el sistema que instituye la complejidad política y a su vez la política de civilización. La Política de Civilización no es un modelo, ni un proyecto, sino una vía para reconquistar humanamente el presente y reconstruir el futuro para la condición humana. Es converger en la civilidad entendida como humanidad expandida, para  enfrentar la barbarie, la guerra y, aunque suene apocalíptico, la desaparición total del ser humano sobre la faz de la tierra. Es eso o es nada.

   La Política de Civilización hay que reconstruirla desde nuestros campos profesionales, sin perder de vista la condición humana. Requiere de aupar una nueva cultura política y cívica; igualmente urge recuperar el ideal trinitario de la Revolución Francesa  de  libertad, igualdad y fraternidad, frente al ideal complejo de individuo, especie, sociedad: libertad como individuo, igualdad como especie, y fraternidad para convivir en sociedad.

   Asimismo,  es imperativo enaltecer la democratización del conocimiento. Necesita rescatar para los ciudadanos la noción de lo público y la conciencia política, para debatir los grandes problemas de civilización que hoy están en manos de tecnócratas, burócratas y  menesterosos politiqueros.

   En la frase de Hölderlin de “ahí donde crece el peligro crece también lo que salva”, no sólo se vislumbra la noción de participación, sino también de las perspectivas de un ciudadano posible. El desarrollo epistémico y su quehacer están orientados a forjar una conciencia política; se trata de recuperar para los ciudadanos su participación en los problemas fundamentales y, ante todo, en la determinación de su propio destino.
Es una responsabilidad histórica y política frente a un nuevo proyecto de humanidad expandida, es decir de una nueva apuesta a la configuración de una civilidad que se construye en la historia. “Esto significa que, salvo una catástrofe posible, no estamos al final de las posibilidades del ser humano. Al contrario estamos ante una nueva etapa en la cultura y la civilización”, afirma Morin.















BIBLIOGRAFÍA
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[1] Dahl, Robert. (1999) “La democracia”. Taurus. Buenos Aires. p.15
[2] Citado por Patiño, Samuel. (2002). Módulo  de Educación y Democracia; Maestría en Educación. Manizales. Universidad Católica de Manizales.
[3] Según Hannah Arendt el totalitarismo es un “peligro político distintivamente moderno que combina la coacción serializada sin precedentes con una ideología secular totalizadora”. La esencia del “terror” no es la eliminación física de todo aquel que sea percibido como diferente, sino la erradicación de la diferencia en la gente, a saber, de su individualidad y su capacidad de acción autónoma. Citada por  Borradori, Giovanna. (2003)  “La filosofía en una época de terror. Diálogos con Jürgen Habermas y Jacques Derrida”. Taurus. Bogotá.. P.31.
[4] Citado por Miralles, Ana María. (2001) “Periodismo, opinión pública y agenda ciudadana”. Grupo Editorial Norma. Bogotá. P.  23 -24.
[5] Ibíd.
[6] Para Habermas “la espiral de la violencia comienza como una espiral de comunicación deformada que conduce, a través de la espiral de la desconfianza recíproca incontrolada, al colapso de la comunicación”. Citado por Borradori, Giovanna. Ibíd., P. 47.
[7] MORIN, Edgar. (1993). “Tierra-Patria”. Cairos. Barcelona. P. 16.
[8] Ibíd., P. 70.
[9] Ibíd., P. 73.
[10] Ibíd., P. 76.
[11] Para una referencia más amplia del término se puede consultar el texto “El método III: Las ideas” de Edgar Morin. Parte II “La vida de las ideas (noosfera)” y parte III “La organización de las ideas (noología)”. 1992. Cátedra.Madrid.
[12] La oposición sujeto-objeto vista en su temporalidad, inaugura la forma abstracta del “Demos” (la antigua polis), es decir, la representación consciente. La separación sujeto-objeto que rige a la forma clásica del “Demos”, se ve plasmada en la síntesis socrática “Sé que nada sé”. Esta “nada” remite a un “no-ser”. Luego la síntesis socrática encierra una oposición relativa, no contradictoria, puesto que no alude a la “nada absoluta” como el opuesto contradictorio del “ser”.
[13] Roiz, Javier ( 1996). “El Gen Democrático”. Editorial Trotta. Madrid.
[14] Morin, Edgar. (2000). “La Mente Bien Ordenada”. Seix Barral. Los Tres Mundos. Barcelona.



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[15] Morin, Edgar. Fronteras de lo político. En Revista de Occidente, No. 168, mayo de 1995. P.15
[16] Morin, Edgar. (2002). El método V: la humanidad de la humanidad. Editorial Cátedra-teorema. Madrid. P.17


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